Hierro, fieltro y sanguina
Medidas variables
Museo Barjola, Gijón
El cuerpo es entendido en este trabajo como topografía imaginada, pero la mirada, lejos de ser bucólica y conciliadora, se define por su agresividad “silenciosa”. La ciudad, en su avance, come terreno al paisaje, y su metáfora más evidente es la de carreteras y autopistas que abren camino para hacer habitable el espacio, pagando el precio de abrir heridas en la Tierra con su avance. Estas mismas “heridas”, estos cauces voluntarios, se metamorfosean en la instalación presentada para el Museo Barjola en cremalleras, entendida ésta en su doble concepción de instrumento que se abre y se cierra y, por tanto, que ofrece y esconde; que muestra, pero que evidencia que también oculta. Sin embargo, la mayor “herida” de la muestra es la que supone la instalación que ocupa esta capilla de la Trinidad convertida en sala expositiva. Una enorme cremallera que atraviesa el suelo y que trepa hasta una de las paredes, donde intuimos lo que parecen ser las formas de dos cuerpos y un mapa topográfico generado por la expansión de estos volúmenes escultóricos realizados en fieltro blanco.